He terminado de leer el libro de Martín Caparrós: El Hambre, editado por Anagrama.
Qué gran libro. He disfrutado como un enano leyendo este libro y también he sufrido conociendo los casos de personas que pasan HAMBRE en el mundo.
Reconozco que nunca había reflexionado a fondo sobre esta palabra que se ha quedado grabada a fuego en mi mente. Qué es pasar hambre? Cómo se piensa, cómo se vive cuando durante toda la vida se ha pasado hambre y se ha vivido en la incertidumbre de qué comeré hoy, no mañana, hoy y cada día tener ese miedo, esa impotencia.
A lo largo de libro vamos conociendo las historias (casi todas de mujeres) de estas personas que pasan hambre de forma continua y sistemática. Pasar hambre es comer en Níger un poco de mijo el día que se come. Viene a decir una de las mujeres que para qué va a probar la carne y ¿si le gusta? Esto es algo que se repite a lo largo del libro, la desesperanza. El hambre va asociado a la violencia que se ejerce contra las mujeres: tanto en África como en Asia a las niñas las casan con nueve, diez años, un sufrimiento añadido; les nacen los hijos, se les mueren los hijos.
Pareciera que “la costumbre” de la muerte hiciera que estuvieran acostumbradas y nada más lejos de ello. Los médicos les dicen que sus hijos no están bien nutridos y ellas se rompen por dentro pues les han dado toda la comida que tenían: cómo pueden decir que el niño se ha muerto por no comer?
Martín Caparrós, al hilo de estos casos, reflexiona sobre muchos aspectos que influyen en que, a pesar de haber más comida que nunca, siga habiendo prácticamente mil millones de personas que pasan hambre sistemáticamente en muchos países, y lo que ello conlleva: enfermedades, falta de oportunidades para la educación, violencia, suicidios, etc.
Maneja muy bien las estadísticas. Me gustó también el espacio dedicado a la especulación que se lleva a cabo desde la bolsa de Chicago con los productos alimenticios, cómo suben los precios, no tanto por la cantidad o calidad de las cosechas, como por el funcionamiento de unos logaritmos informáticos programados para ganar unos pocos miles de millones de céntimos en segundos, que parecen una tontería pero que arruinan la vida de los agricultores de medio mundo quienes no tienen la suerte de estar subvencionados y protegidos por sus estados.
La compra de tierras fértiles en África y América por parte de países lejanos: europeos, China, Arabia Saudí, etc es otra faceta más de cómo se genera hambre. Estas tierras producen, en buena parte, alimentos para animales que serán consumidos en aquellos países, de modo que los locales no ven ni el cereal, ni el agua, ni la carne, sólo cómo desaparece su mundo sin que ellos puedan hacer prácticamente nada por cambiarlo.
En fin, seiscientas páginas dan para mucho. Para mi gusto el libro está muy bien escrito, con muchas palabras que se usan en Argentina y no en España, lo cual es de agradecer pues me ha hecho conocerlas y enriquecer un poco más mi cultura. Hay personas a quienes esto les supone un inconveniente, a mí me sucede lo contrario.
Como en tantos otros libros comentados con anterioridad, El Hambre es un libro absolutamente recomendable.
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